A
veces me viene un soplo de felicidad y enseguida estoy llena de este
pensamiento físico: que la belleza está en todas partes, late suavemente
sin que le importe si es vista o no, es un movimiento continuo, un
espacio aéreo suelto entre las fases del mundo. Incluso en lo que parece
triste se esconde un fantasma muy leve de alegría que podríamos
descubrir si no estuviéramos ensimismados, y ese aire
nos daría la respiración necesaria para no apegarnos a la incomodidad
del dolor, solamente lo respiraríamos como otro poco más de aire que es
necesario que nos atraviese. Y dejaríamos, entonces, que nos sorprenda
el incesante movimiento de todo lo que hay, sin aferrarnos a nada, ni a
un anhelo, ni a alguien, ni a la idea de la insatisfacción.
lunes, 11 de junio de 2012
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